Sobre el arte de observar


Buscando  cómo incentivar a la curiosidad, para provocar en otros el encanto por la investigación desde una disciplina  que está mas habituada a dar respuestas, que a formularse preguntas, me encontré un libro de Oscar Guash, sobre la observación participante, método para recoger información propio de las ciencias sociales, especialmente en el área de la antropología y la sociología.  Desde mi área disciplinar -la arquitectura- siento una profunda inquietud por nuestro rol como arquitectos, cada vez que tenemos que  pensar, crear, diseñar espacios habitables para otros. Espacios que deben  tener algo de la escencia de las personas, para que éstas puedan sentir los espacios creados como propios.  Cómo conocer al usuario de nuestras creaciones, cómo entender desde la óptica de su realidad su relación con el  entorno, qué es aquello particular que le hace feliz y que puede asociarse a los espacios que utiliza.  A partir de ésto, cómo podemos nosotros adentrarnos en su realidad, para poder crear desde las demandas del otro.

Entonces, me parece que recordar el valor de la observación como un mecanismo de extrema sensibilidad, y de múltiples dimensiones,  es un instrumento para acercarnos a comprender la realidad del observado. Si bien la observación siempre ha sido fundamental en la arquitectura, hoy la capacidad de observar se ve amenazada por el exceso de información que manejamos.

En el mundo mediatizado que estamos viviendo,  la curiosidad por la observación ha sido reemplazada  por la necesidad de ser observado – desde una óptica manipulada, que enfatiza solo  desde aquello que nos enorgullece, que representa nuestros anhelos-  Invitamos a un observador  para que éste observe desde ciertos ángulos, en ciertas acciones, con ciertas personas, en ciertos momentos de nuestros viajes. Creamos un sesgo de base para la observación, y desde ahí sería  fácil dejarse llevar por la información que ya está disponible y olvidar que la observación es subjetiva -como lo son los dibujos, las fotografías,  los croquis, los textos que narran la historia-, por lo tanto solo nuestra propia perspectiva nos permitirá formarnos una idea de la realidad, desde nuestros propios enfoques, intereses, comprensión y conocimiento de aquellos fenómenos físicos o sociales  que observamos.

La observación para un arquitecto es la manera de crear.  Mientras mayor sensibilidad de nuestro entorno tenemos, nuestra observación descubrirá nuevos fenómenos. Asi la observación es mucho mas que lo que observa el sentido de la visión.  En las primeras páginas del libro de Oscar Guash, nos habla de la observación como un arte, lleno de subjetividades, pero aún así es una forma personal y única de entender el mundo:

«Ver, mirar, observar, contemplar, son acciones asociadas al sentido de la vista. Sin ese sentido no existen imágenes y los matices de la realidad se construyen de otro modo. Casi todos los ojos miran, pero son pocos los que observan, y menos aún los que ven. La mirada es un acto sensitivo, inconsciente e intuitivo que permite a las personas circular por lo cotidiano. Un acto sensitivo que cuando aparece asociado al arte, a la religión, o a las esferas más sensibles del ser humano se convierte en contemplación.

Si la mirada es un acto usual que selecciona imágenes de manera inconsciente y que no presta atención al entorno más que para sortearlo, la contemplación es un acto consciente en el que la mirada se concentra en un punto y elimina todos los demás. Contemplar la realidad significa dejarse penetrar por la imagen. Contemplar es poner al servicio de la imagen todos los sentidos hasta el punto de ser uno con aquello que se mira. Contemplar supone ir más allá de la imagen, implica superar los sentidos y dar paso al sentimiento. Es así como puede mirarse un paisaje, un cuadro, una escultura; así es como los místicos de la meseta pretendían fundirse con Dios.  

También hay miradas que buscan y concentran la atención visual de manera que nada pasa inadvertido al ojo que mira. Pero no se trata ya de fundirse con la imagen o con aquello que evoca. Hay miradas que controlan, buscan, espían. Son los ojos del poder: la mirada del dios que está en todas partes y para la cual Jeremías BENTHAM (1979) termina por diseñar una atalaya. Las miradas pueden ser poliformas y diversas. Pero el objetivo de todas es ver. Un objetivo que no siempre es conseguido. La mirada inconsciente y cotidiana que permite transitar la realidad social, la mirada que hace posible la relación con los demás, suele ser una mirada parcialmente ciega. Es una mirada que ignora y que desecha todo lo que no está en el itinerario social habitual: la pobreza, injusticia, desigualdad.  Es la situación social del portador de la mirada lo que condiciona la selección de las imágenes.»

(Guash, 1996, pag. 9)

Referencia bibliográfica:  Guash, Oscar. (1996). LA OBSERVACIÓN PARTICIPANTE. Cuadernos metodológicos 20. Centro de Investigaciones Sociológicas.

 

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Observación _ flamencos en el Salar de Atacama, mi perspectiva, mi enfoque, mi propio sesgo de la realidad observada.  (c) RChJ, 2009.

 

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